¡Hola chicxs! Hoy quiero hablar sobre la salud mental desde mis experiencias y creencias. Me parece interesante hablar de esto y que después me contéis vuestras vivencias debido a que el concepto de salud mental creo que está ahora mismo en pleno auge en las conversaciones cotidianas. Aun así, no creo que se le de la importancia que realmente merece como a la salud física
Según la definición que nos ofrece la Organización Mundial de la Salud, la salud mental es un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. Con esta definición entendemos que un individuo que goza de plena salud mental es que en su vida existe un equilibrio con las situaciones que le rodean y puede participar de la vida social sin problemas, alcanzando su propio bienestar. Como ya he mencionado, creo que a la salud mental no se le da la suficiente importancia que tiene y sobretodo en dos ámbitos: en el escolar y en el familiar. De los diferentes trastornos que abarca este término, como la depresión o los trastornos cognitivos, me voy a centras en el de la ansiedad. La ansiedad es un trastorno que aparece normalmente en la edad adulta. Sin embargo, y debido a mi experiencia, creo que cada vez aparece más en chicos y chicas jóvenes, en su período escolar, principalmente los cursos más elevados y que provocan más estrés como bachillerato. No obstante, no es en el único ámbito en el que se genera dicho trastorno, pero el estrés de esta etapa lo facilita. La ansiedad es un sentimiento de aprehensión o de miedo, una preocupación incontrolable y excesiva sobre gran cantidad de acontecimientos o actividades (como el rendimiento laboral o escolar), Usualmente aparece acompañada de tres o más síntomas físicos como: irritabilidad, inquietud o impaciencia, dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco, fatigabilidad fácil, tensión muscular, dificultad para conciliar o mantener el sueño o sensación de cansancio al despertar. Estos síntomas vienen acompañados a su vez de otros como mareos, temblores, palpitaciones; respiración acelerada, diarrea o necesidad frecuente de orinar, problemas sexuales, dolores de cabeza, sudoración, sequedad en la boca, dificultad para deglutir o dolor abdominal. La ansiedad crónica puede provocar en el paciente una desmoralización que puede dar lugar a la coexistencia de síntomas depresivos.
Impacta bastante, ¿verdad? Pues sinceramente no creo que se le de la atención que necesita con los profesionales necesarios como los psicólogos, incluso creo que se le quiere restar importancia a veces, sin percatarnos que esto es lo peor. Principalmente, para solucionar el problema de la ansiedad se debe encontrar la raíz de este y tratarla. También es recomendable revisar el estilo de vida que llevamos y cambiarlo, pero si no tenemos la fuerza suficiente y le quitan importancia al problema, ¿cómo lo hacemos? Es por esto que creo que en el instituto se deberían poner más medios para este trastorno sin quitárselos a otras cuestiones. Según un estudio, entre cuestiones como la alimentación, la sexualidad o las drogas, la salud mental ocupa el último puesto, dirigiéndose los alumnos a los expertos un 27% por temas de ansiedad y un 8,2% por problemas de depresión. Creo que deberíamos concienciar a los profesionales del centro sobre este asunto y que ellos, en menor o mayor medida son partícipes en las causas de estos problemas. Muchas veces, son los profesores quienes, en vez de facilitar y ayudar al alumnado en cursos difíciles, solamente les ponen más obstáculos. También creo que un causante del estrés que se sufre en los institutos, a parte del que provoca el desarrollo del adolescente y en ocasiones, sus múltiples problemas, es que el sistema educativo nos corta a todos por el mismo patrón. Sinceramente, creo que esto es una de las mayores carencias del sistema educativo, pues no todos los alumnos somos iguales, tenemos las mismas necesidades o podemos llegar hasta donde una nota nos pide, sin valorar nada más de nosotros. Esto conlleva a que el alumnado a veces crea que no pueda más, que se plantee tirar la toalla, incluso que lo hagan.
Por último, creo que nuestros padres a veces no conocen realmente qué es este trastorno o cómo se puede ayudar a quien lo padece, y aunque sin mala intención, nos perjudican. Por ello, creo que es necesario que se impartan talleres sobre este asunto a los padres o que si el alumno presenta síntomas o se lo comunica a los psicólogos del instituto, se cite a padres e hijos para así poder solucionar el problema cuanto antes y estar informados sobre qué hacer, cómo ayudar y cómo tratarlos.
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